Virginia y Marquesa. Dos jubiladas con historias diferentes que se cruzan en la vida de una trabajadora de PAMI. Esas historias, desde la mirada de la circunstancial amiga.
Virginia formaba parte de ese séquito de afiliados que, sostenidos por el devenir del asistencialismo, reclamaban diariamente por una buena atención y una pronta respuesta, lo cual le funcionaba muy bien.
Un día, alguien (que nunca conoció a Virginia, ni se preocupó en intentarlo) pensó que una señora mayor no podía, no debía estar en la calle.
- ¿No quiere ir a un lugar mejor que la calle, abuela?
- No soy abuela, boludo. No tuve hijos para serlo. Y no estoy en la calle. Estoy en la plaza y muy bien.Poco importó la palabra precisa, determinante y voluntaria de Virginia. Su nombre apareció en una exposición judicial que decía “por su estado de bienestar y su edad PAMI debía trasladarla a una residencia geriátrica”.
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