
Llegar a la vejez implica sobrellevar una serie de procesos vitales que muchas personas no pueden enfrentar. Además de eventos que requieren una reconfiguración de la vida, como por ejemplo: El síndrome de nido vacío (la partida de los hijos), la abuelidad en la que se recupera una posibilidad de vínculo afectivo intenso y se ve como un logro, la prolongación de la vida de los padres, la personalización de la muerte y la monitorización del cuerpo (Iacub, 2011:96-103) son estos eventos que exigen del ser humano un esfuerzo reflexivo y capacidad de adaptación.
El término abuelidad proviene de un neologismo creado en 1977 por la doctora argentina Paulina Redler para dar cuenta de la organización que incluyera, en la estructuración psíquica individual y familiar, la figura del abuelo […] El rol de la abuelidad se vincula con la transmisión del conocimiento generacional del pasado y de los orígenes, a la vez que, al mantener una relación con los nietos menos tensada por las relaciones de autoridad que éstos mantienen con sus padres, los abuelos se hallan en excelentes condiciones para atender a sus nietos ante la ausencia de los padres (Biagini, Hugo, 2017)
En la vejez surge el proceso de revisión de vida, que tiene como herramientas a la nostalgia y a la reminiscencia, entendiendo que la nostalgia tiene tintes de tristeza, mientras que la reminiscencia es más positiva (Salvarezza, 1998 citado en Iacub, 2011:174) en este proceso el individuo es capaz de definirse o redefinirse introspectivamente (Iacub, 2011:173).
Fuentes:
Biagini, Hugo E. 2017. Abuelidad [En línea]. Disponible: http:// http://www.cecies.org/articulo.asp?id=246.
Iacub, R. 2011. Identidad y envejecimiento, Buenos Aires, Paidós.