La felicidad de los jóvenes los enrumba a las grandes acciones, a las transformaciones, porque lo saben todo, y poseen la energía para lograrlas. Son libres e independientes y emprenden el camino al futuro con optimismo. Sus progenitores son obsoletos, ignorantes y sólo son renegados y óbices para sus planes. El mundo actual es el producto de hombres que siendo jóvenes tuvieron hijos, que auparon con alegría, que buscaron la sonrisa de aquel rostro hermoso que asomaba dos dientitos y se arrojaba a los brazos que lo invitaban al calor maternal, al paternal y al de los abuelos. Tres, sí, tres generaciones, reunidas en el amor filial. Ya jóvenes, a transformar la sociedad, que los cobijó desde su primera infancia, su niñez, su adolescencia y su divino tesoro: la juventud. Los padres ya son rucos, ya no pueden y, sobre todo, no saben, sus tiempos pasaron.
Origen: La vejez, enfermedad y abandono – El Heraldo de Chihuahua
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